Un
suave ronroneo mortal
Nos
arranco la decencia y la moral de un solo zarpazo,
Liberándonos
de la esclavitud mental
Que
nos tenia apresados desde hace tanto.
Amantes
eternos del caos,
Solemos
arrancar de nuestras entrañas la felicidad efímera,
Nos
aterroriza el bienestar porque nos quema,
Revolviendo
y lastimando nuestros demonios.
No
se nos puede culpar por ser humanos,
Por
esa tendencia irrefrenable a lo prohibido y a la suciedad.
Hemos
de revolcarnos a diario bajo un manto de estrellas apagadas,
Creyendo
que incendiándonos las podremos hacer brillar.
Y
con una navaja recién afilada recortar nuestros brazos,
Mutilarnos
los dedos y dibujarlos de nuevo.
Mirar
al sol hasta quedarnos ciegos
Intentando
descifrar sus infinitos misterios.
Nuestra
canción seguirá sonando,
Iluminando
nuestra inmortalidad.
Como
brisas de aire fresco
Provenientes
del sur.

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