Transcribo
sentimientos, lamentos sordos
De
los olvidados, de los pisoteados…
Arrancados
de su seno original,
Para
terminar prostituyendo su dignidad.
Desangrando
sonidos deformes,
Escurriendo
por su espalda,
Complicando
su existencia,
Con
ejercicios mentales oblicuos.
Saltando
al vacío,
Combinando
el tiempo
Con
el camino empedrado
De
su pasado.
Acariciando
su piel metamórfica y sutil
Con
pequeños rastros de inocencia.
Puedo
dar algo más que mi conciencia
Para
seguir con esta fascinación
Con
esta iluminación de deidad putrefacta
Entre
escombros de colores opacados
Por
el derrumbe de una ciudad antigua.
Amantes
petrificados por la cotidianeidad,
Por
el andar sin pausa de una masa que los arrastra,
Que
los envuelve con suavidad arcaica.
Condescendientes
con la época y el dolor,
Abrazando
los recuerdos
Con
el furor de un ciego que pretende ver
La
mirada vacía de un anciano
Que
esconde la sabiduría milenaria de la humanidad
En
los surcos que forman las arrugas de sus manos.
Enfermo,
alucinando castillos de cristal,
Reflejados
en la pequeña inmensidad de sus pupilas,
Doblegando
su voz a los pies de un instante…
Todo
el mundo baila hipnotizado,
Por
la notoria agresividad de una canción intermitente,
Dislocadora
de sentidos,
Insuficientes
para el deleite de su frágil austeridad,
Animalidad
brotando de su falsa locuacidad.
Y
en medio del caos, a cada momento, naciendo,
Un
ser humano sigue surgiendo, imperfecto,
Condenado
a disfrutar la visión adulterada
De
aquélla silueta etérea, obsoleta,
Pero
irresistiblemente indecente.
Empujado
a seguir descubriendo
El
grito ahogado que sentencia:
“Esto
es suficientemente emocionante”.

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