Una sonrisa camuflada en las calles violentas de Tijuana.
Sigo construyéndote a gritos, entre tortugas que reptan
y me acarician la espalda, con cavidades húmedas
que guardan olvidadas telarañas, adheridas a ellas.
Un beso en el cuello, de madrugada.
Fumando, dibujando con un haz de humo
la eternidad de tu mirada.
No me alcanza el tiempo. Me contrae las entrañas.
Golpes de boxeador en decadencia.
Gatos copulando sobre lunas desgastadas.
Y mis manos arrugadas, entumidas de tanto escribirte.
El último tabaco se ha consumido, y con él, mi esperanza.
He de esperar que se consuman palabras
para imaginarte de nuevo arrastrándote detrás de mis pisadas.
Cualquier ciudad es mía si sobre sus caminos ando a gatas.
Cocodrilos que sueñan despiertos.
Libros. Tabaco. Sentidos. Sonidos.
Absurdos. ‘Cariño, mañana es demasiado tarde’
Madrugadas.
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