25 ene 2012

Nos sobramos.


Nos sobramos.

Nos sobran las palabras,
los lugares, las ansias.
Nos sobran la ropa y las extremidades,
nos sobran el cuerpo y las comodidades.
Nos sobran también los buenos modales,
los sacerdotes y las calamidades.
Nos sobra el tiempo efímero y desechable.
Nos sobran las etiquetas,
las formas, las ambigüedades.
Nos sobran el clima, los muebles,
el café y, naturalmente, los animales.
Nos sobran caminos, destinos,
presagios y parques.
Nos sobran dioses y familiares,
fragmentos y unidades.
Nos sobran guerras, tierras,
mañanas y árboles.
Nos sobran en demasía esperas, esperanzas,
profecías y amistades.
Nos sobran por igual cielos y suplicios,
sonrisas y banalidades.
Nos sobran el mundo, la carencia,
la abundancia, la resignación y claro, la nostalgia.
Nos sobran las drogas y los hospitales,
los enfermos y los saludables.
Nos sobran los suicidas y los interminables.
Y después de todo lo sobrado,
para encontrarnos en un sonido, en un abrazo,
en un latido, en un colapso,
nos sobramos a inmensidades.

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