25 ene 2012

Un colibrí que me llena los ojos de esperanza.


El suave ritmo de sus pasos,
evoca el lugar donde los sonidos cobran sentido.
Sus palabras vuelan cual ave liberada, sintiendo
la ansiedad del mundo que la extraña.
Mientras su mirada traslúcida ocurre
como concierto de mil voces en silencio.
Me es imposible no imaginar
ondas de desconocidos colores cuando escucho su nombre.
Sutil palabra, ajena al mundo, que emana de los árboles,
y me alcanza, y me suaviza, me atrapa, me abraza.
Entre usted y yo copulan universos desgarrándose entre sí,
empujándonos a dar un paso y romper el vacío
que nos mantiene distantemente juntos.
¿Qué mas le puedo decir, si las palabras enmudecen
al más leve aleteo de sus manos?

Nos sobramos.


Nos sobramos.

Nos sobran las palabras,
los lugares, las ansias.
Nos sobran la ropa y las extremidades,
nos sobran el cuerpo y las comodidades.
Nos sobran también los buenos modales,
los sacerdotes y las calamidades.
Nos sobra el tiempo efímero y desechable.
Nos sobran las etiquetas,
las formas, las ambigüedades.
Nos sobran el clima, los muebles,
el café y, naturalmente, los animales.
Nos sobran caminos, destinos,
presagios y parques.
Nos sobran dioses y familiares,
fragmentos y unidades.
Nos sobran guerras, tierras,
mañanas y árboles.
Nos sobran en demasía esperas, esperanzas,
profecías y amistades.
Nos sobran por igual cielos y suplicios,
sonrisas y banalidades.
Nos sobran el mundo, la carencia,
la abundancia, la resignación y claro, la nostalgia.
Nos sobran las drogas y los hospitales,
los enfermos y los saludables.
Nos sobran los suicidas y los interminables.
Y después de todo lo sobrado,
para encontrarnos en un sonido, en un abrazo,
en un latido, en un colapso,
nos sobramos a inmensidades.

Ha llegado el momento de sacrificar el último elefante.


No podría asegurar que estoy ‘enamorado’ de usted.

-Hey mono. ¿Sigues ahí?
...

Preguntas sin respuestas me abordan de cuando en cuando,
cual vendedores de sueños en las calles desoladas,
llenas de desesperanza.

Sucedes cual ave imaginaria.
Alas desconocidas,
que en ocasiones se desatan de tu cuerpo lastimado,
y viajan perseguidas por mis ojos.
Ojos que no ven, corazón que no siente,
presiente.

Tus pasos, silenciosos en la escalera,
Colosales en los pisos de madera.

Y una sonrisa clandestina
Que me arrebata mis miedos y los hace trizas.

Me encontraré un día, tal vez, con mis cenizas,
pisoteadas por el olvido, quizá.
Y renacer de las sombras para llenar de color tu mirada
agrietada por el paso de tantos inviernos calcados.

Vamos a abrir una puerta que nos conduzca
a donde nunca quisimos llegar.
Quememos los caminos de regreso,
los presagios, las mentiras,
los sonidos desgastados de tanto repetirse.

Ha llegado el momento de sacrificar el último elefante.
Su voz agonizante ha de guiarnos hasta ese precipicio
que andábamos evitando para poderlo encontrar.

24 ene 2012

Suavidades entretejidas.

Suavidades entretejidas. Buenos Aires y la Habana.
Una sonrisa camuflada en las calles violentas de Tijuana.
Sigo construyéndote a gritos, entre tortugas que reptan
y me acarician la espalda, con cavidades húmedas
que guardan olvidadas telarañas, adheridas a ellas.
Un beso en el cuello, de madrugada.
Fumando, dibujando con un haz de humo
la eternidad de tu mirada.
No me alcanza el tiempo. Me contrae las entrañas.
Golpes de boxeador en decadencia.
Gatos copulando sobre lunas desgastadas.
Y mis manos arrugadas, entumidas de tanto escribirte.
El último tabaco se ha consumido, y con él, mi esperanza.
He de esperar que se consuman palabras
para imaginarte de nuevo arrastrándote detrás de mis pisadas.
Cualquier ciudad es mía si sobre sus caminos ando a gatas.
Cocodrilos que sueñan despiertos.
Libros. Tabaco. Sentidos. Sonidos.
Absurdos. ‘Cariño, mañana es demasiado tarde’
Madrugadas.