
Y al final del día tengo mi insomnio reticente,
una madrugada que de reojo me mira larga y amarga,
la mesa atestada de libros, colillas de cigarro y nostalgias,
mi frente que se arruga, llena de pendientes,
y mis manos dependientes de tu cintura para conjurar un abrazo.
Pienso y te pienso.
¡Carajo! ¡Que por favor amanezca!